Lo mejor de sexo Desvirgué a mi prima por el culo (SEX)

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Lo mejor de sexo
El relato que les voy a contar es absolutamente verdadero, en lugares y fechas tal cual en los hechos acontecieron, por eso cambiaré el nombre de mi prima, a quien llamaré Liz, por una cuestión de prudencia.

Esto se remonta a casi treinta años atrás, cuando era yo un jovencito de 21 años y Liz tenía 22.

Liz es hija de un hermano de mi padre, vivió siempre en Bs As y yo vivía por ese entonces en Córdoba.

Todos los veranos, su familia venía a Córdoba a pasar sus vacaciones de verano, donde nos jutábamos toda la familia en la casa de mis abuelos, una vieja pero confortable y amplia casona, en las Sierras. A través de muchos veranos, con Liz fuimos haciéndonos íntimos en los juegos de niños al principio y de adolescentes luego.

La atracción mutua que sentíamos era inocultable si bien por ese entonces no se nos ocurría ir más allá de un inocente coqueteo y hasta algún besito, muy a escondidas. Eramos primos hermanos y no nos animábamos a intentar otra cosa que no fuera salir juntos a tomar un refresco o ir juntos al río y aprovechar para rozar nuestros cuerpos en el agua.

Cuando Liz promediaba los 19 años, hacía ya mucho tiempo que ella acudía a un conservatorio, donde aprendía danzas clásicas. Las danzas habían modelado su cuerpo, delgado y menudo, pero esbelto, de una manera increíble. Su rostro ya tenía las facciones felinas que habrían de distinguirla en adelante. El cabello bien corto, casi como un varoncito,renegrido sobre su rostro blanquísimo, la nariz pequeña y respingona, sus ojos almendrados y casi oblicuos, le daban un aire exótico; y su boca ancha, con labios ligeramente carnosos, le otorgaban a Liz un aspecto sensual, enigmático, casi de niña malvada.

Pese a ser delgada, tenía hermosos pechos, duros, herguidos, que resaltaban sobre su figura menuda. La cintura no podía ser más breve y sus piernas eran dos perfectas piezas de gimnasia, tornadas y esbeltas. Pero lo mejor de Liz, por lejos…..era su culo. Un culo redondo, no demasiado ancho, levantado, duro, gimnástico, el que se veía resaltado por la particular manera que tenía mi prima de pararse, siempre muy derecha y hasta casi arqueando la cintura.

Todos mis amigos estaban locos por Liz y yo, de manera muy particular. Realmente Liz me volvía loco y ella lo sabía muy bien, jugaba conmigo, incitándome y luego frenándome.

Pasábamos veranos enteros, en ese juego perverso de coquetear y luego poner límites…desde luego, los límites me los ponía ella a mí….si de mí hubiese dependido, habría sido muy diferente la historia.

Nunca logré pasar de darle un besito, tipo»piquito» casi como robado, a escondidas y luego ella se alejaba, ruborizada………..para luego volver a la carga con más coqueteos que me encendían….pero todo quedaba allí.

Cuando tuve 20 años, por razones de estudio debí marcharme a Bs As, viviendo en la casa de mis tíos (los padres de Liz) durante más de tres años.

Por ese entonces, yo estaba de novio en Córdoba y Liz en Bs As. Al novio de Liz lo odié desde el primer instante, en gran medida por celos pero también por saber que maltrataba bastante a mi prima, ya que sus peleas eran constantes. Luego habría de enterarme que las peleas entre ambos eran por dos motivos, uno que el novio de Liz quería tener sexo con ella, a lo cual mi prima no accedía y el otro………..por celos hacia mí, ya que su novio sospechaba que entre ambos (Liz y yo) existía mucho más que el simple cariño de primos hermanos.

Yo ocupaba el dormitorio de mi primo, quien estaba haciendo, por ese entonces, el servico militar, de modo que casi siempre dormía solo. Liz dormía en el cuarto contiguo y más allá del pasillo, estaba el baño y el dormitorio de mis tíos.

La convivencia había reavivado el fuego de la adolescencia entre mi prima y yo, de modo que no dejábamos de seducirnos mutuamente………..pero siempre terminaba todo en eso…coqueteo.

Una noche estaba mi prima despidiendo a su novio en la calle y yo ya me había metido en la cama. Escuché cuando Liz entraba a la casa, se dirigía al baño y luego se apareció en mi dormitorio. Llevaba puesto un baby doll cortísimo, abrió lentamente la puerta de mi cuarto y sin encender la luz, preguntó si dormía. Le contesté que estaba despierto, mientras me incorporaba un poco en la cama, como para quedar sentado, mientras apoyaba la almohada contra el respaldo. Me estaba preparando para otra larga charla con mi prima, las que sucedían cada vez que ella se peleaba con su novio y venía a buscar mi hombro para llorar.

En la oscuridad Liz se acercó a mi cama, se sentó frente a mí, en el borde y sin mediar prolegómenos me preguntó textualmente»¿Si no hubiéramos sido primos, te habrías enamorado de mí? Con la mayor sinceridad, le respondí de inmediato que yo estaba perdidamente enamorado de ella desde la adolescencia y que el ser primos hermanos me importaba un carajo.

No terminé de pronunciar mi frase, cuando Liz me tomó la cara y me estampó el más cálido, dulce y húmedo beso que me dieran en toda la vida. Nos besamos largamente, reiteradamente, mis manos buscaban en su cuerpo pero ella me frenaba…esa noche todo fue largos y apasionados besos, pero no me permitieron seguir más allá.

Luego de esa vez, cada noche que estaba yo solo en el dormitorio (la mayoría de las veces), se repetía la ceremonia de verla aparecer a Liz en la oscuridad, en su mínimo baby doll (mientras mis tíos dormían pesadamente en su propio cuarto). Los besos fueron cada vez más apasionados, mis caricias más atrevidas, había llegado a besar esa tetas hermosas que, en la oscuridad, me parecían más blancas y varias veces intenté meter mano por debajo de su tanguita, pero ella inmediatamente me la quitaba del lugar. Estábamos ambos como locos de deseo, pero yo no podía ir más allá de grandes sesiones de franela y calenturas atroces.

Sucede que Liz había sido criada con códigos morales extremadamente severos, absurdamente rígidos y hasta fuera de época. Su madre le había inculcado que debía llegar virgen al matrimonio y Liz había decidido que así debía ser. Por nada del mundo me habría de permitir que la acariciara más allá de lo que ella podía excitarse, haciendo gala de un enorme autocontrol. Miles de veces le pedí, insinué, le rogué que hiciéramos el amor, pero siempre recibía la misma negativa….ella quería llegar con su conchita intacta al matrimonio y si bien a mí me parecía una estupidez, para Liz era muy importante………cosas de la maldita moral.

Vivía en una calentura permanente, deseándola de mil formas y ella, percatándose de mi lascivia, seguía ese juego perverso para incitarme y dejarme caliente, caminando literalmente por las paredes.

Incluso cuando Liz se bañaba, yo acostumbraba a espiarla por la cerradura. Creo que ella sabía muy bien que yo la espiaba, porque hacía toda una ceremonia parecida a una danza erótica. Cuando estaba bajo el agua de la ducha, se pasaba la mano enjabonada en su concha, siempre bien depilada, y jugaba largo rato con su dedo medio entre los lavios vaginales. Luego enjabonaba su mano otra vez y, girando levemente su cuerpo, para quedar casi de espaldas a la puerta del baño, se pasaba la mano entre las nalgas, en ese culo que me enloquecía de calentura. Incluso se notaba perfectamente cómo se metía el dedo medio, todo enjabonado, dentro de su precioso culito, girándolo y moviéndolo suavemente, hacia afuera y hacia adentro.

Yo estaba enloqueciendo de calentura, no recuerdo haberme hecho tantas pajas en mi vida por una mujer, como lo hice en esa época por Liz……….pero seguíamos sin tener sexo…sólo franela.

En una de esas tantas noches de apasionados besos en mi dormitorio, en la oscuridad, en lugar de intentar vanamente llegar a su conchita, decidí dedicarme a ese culo que me volvía loco. Cuando quise acariciar su concha, en veces anteriores, había llegado solamente a tocar los poquísimos bellos sin depilar, pero cuando intentaba tocar el clítoris o meterme entre sus labios vaginales, me sacaba la mano y se terminaba el juego.

Liz estaba con su acostumbrado baby doll, de modo que esa vez decidí dedicarme a ese culo que me fascinaba. Esa noche pude palpar su culo duro, terso, su piel suave, recorría todo el borde de la tanga, que se metía entre las nalgas y cada vez me aproximaba más a su orificio anal, pasando mi dedo muy cerca de él y sintiendo en mi piel el calor que salía de ese pequeño agujerito.

Yo estaba recostado en la cama, boca arriba y Liz sobre mí, con casi todo su cuerpo frotándome, calentándome, enloqueciéndome. En un momento determinado, tomé coraje y le bajé la tanga, solamente la parte de atrás, para dejar su culo libre de toda ropa. Ella no dijo nada, me dejó hacer y siguió besándme en el cuello y las orejas, mientras jadeaba como una hembra en celos.

Lentamente bajé mi mano por su raya, hasta llegar al orifico mismo. Liz al principio cerró las piernas y apretó sus nalgas, aprisionando mi dedo medio. Le pedí que se relajara y me dejara hacer y, como por arte de magia, ella abrió un poco sus piernas y aflojó la presión de las nalgas.

Posé mi dedo sobre su apretado culito, sintiendo su tersura, su forma de embudo perfecto y su calor. Ya para ese entonces, habiendo tenido yo varias novias con las que practicara el sexo anal, si bien todavía no me consideraba un experto, sabía cómo excitar analmente a una mujer.

Comencé a masajearle el esfinter por afuera, haciendo como círculos con mi dedo a la vez que sentía como Liz comenzaba a excitarse de una manera que no lo había experimentado hasta el momento. Jadeaba, gemía, me mordía la oreja y comenzó a moverse rítimicamente, empujando su culo hacia arriba. Cuando hube acariciado lo suficiente ese anillo tan deseado, introduje un poco la punta de mi dedo, que obviamente estaba seco en ese momento.

Liz literalmente se volvió loca y empujó su culo hacia arriba para hacer mi penetración más profunda, a la vez que comenzaba ya a gemir de manera que podía ser escuchada por mis tíos, quienes dormían en su habitación. Todo parecía que terminaba en una gran cogida…….. pero no. Liz recobró la compostura en forma repentina, se levantó, se acomodó la tanga, se bajó el baby doll y sin decir palabra se marchó a su dormitorio.

Yo quedé más loco que nunca, sin poder creer lo que me estaba pasando; eso no podía seguir así………………..pero una idea brillante rondaba en mi cabeza. Había descubierto que mi prima tenía una gran sensibilidad anal y pensaba explotar esa característica.

A la mañana siguiente, busquá a Liz para tener una charla a solas sobre lo que había pasado la noche anterior y largué con la propuesta de rigor, sabiendo de antemano la respuesta que habría de recibir. En cuanto le propuse salir esa noche e ir a un hotel alojamiento, me conestó un tanto ofuscada que por mucho que yo le gustaba y lo caliente que estaba conmigo, ella quería llegar al matrimonio virgen. Entonces pasé a mi plan. Le pregunté si ella, cuando se refería a llegar virgen lo decía por no tener jamás un encuentro sexual de ningúnn tipo o por mantener su himen sano.

Me contestó que ella quería mantener su virginidad para ofrendársela a quien se casara con ella, en la noche de bodas. Más allá de lo estúpido de su argumentación, le seguí la corriente y le dije textualmente»bueno, puedes mantener tu himen sano y a su vez gozar del sexo» la pregunta obvia no se hizo esperar………»¿De qué manera? me dijo, y le contesté…..con sexo anal……al principio se sonrojó y me dije para mis adentros…sonamos, viene la cachetada……..pero en cambio se mostró muy interesada sobre obviedades tales como si dolía, si ello no implicaba riesgo alguno de embarazo por la proximidad con la vagina, sobre cuestiones de higiene, etc.

Me deshice en serias y aparentemente experimentadas explicaciones y cuando le reiteré que intentáramos tener sexo anal, para así saciar nuestra pasión pero a su vez respetar su decisión de mantener su himen sano…me dijo…………»lo voy a pensar y a la tarde te contesto»

Las horas que transcurrieron hasta que por fin obtuve el sí, a la tarde, fuero eternas. Le sugerí que se hiciera una pequeña enema, para estar más limpia y a su vez relajada. Me habría encantado hacérsela yo, pero el sólo pensar que al proponérselo podía ser rechazado y arruinar todo lo que seguía, me abstuve de hacerlo.

Salí corriendo a una farmacia y compré un pote bastante grande de vaselina. No había en ese entonces esos geles que hay ahora y el único lubricante era la vaselina o la crema. Opté por la vaselina por saber que al no contener perfumes, como las cremas, eran más inocuas.

Ya había practicado bastante el sexo anal con algunas novias que tuve antes y me había transformado en un verdero adicto a los culos femeninos. El tema de la lubricación tenía una doble importancia esa noche; por ser la primera vez que Liz tendría esa experiencia, con lo cual no podría hacerle doler o de lo contrario jamás querría intentarlo nuevamente y por una característica de mi anatomía………….tengo una tremenda pija. No quiero vanagloriarme con ello ni querer hacerme el super macho, pero la tengo. Una de las novias que había tenido antes y quien poseía una frondosa experiencia sexual anterior (fue quien me enseñó el arte del sexo anal) me la había medido con una cinta métrica, esas de costurera. 22 cm de largo por 6, 5 de ancho….una pija que si no es bien usada, en lugar de placer, lo ínico que produce es daño. Debía ser particularmente cuidadoso y había aprendido, a la fuerza, a serlo.

Esa noche con Liz ni cenamos y nos fuimos directamente a un telo que quedaba a unos diez minutos de la casa de mis tíos. No hubo copas ni café ni nada; directamente al telo, la calentura urgía.

Ni recuerdo qué tenía puesto mi prima, esa noche. En cuanto estuvimos dentro de la habitación del hotel, nos fuimos desnudando uno al otro, apresuradamente, hasta quedar ambos en ropa interior, tendidos en la cama.

De los besos y caricias, pasamos, en forma tal vez un tanto apresurada, a quitarnos lo último que teníamos puesto. Eramos muy jóvenes, poca experiencia y mucho deseo contenido.

Como no tenía mucha fe en poder penetrarla analmente, había comprado una caja de condones y enseguida, muy impacientemente, me quise colocar uno. Liz me miró extrañada y me preguntó para qué me lo ponía…y le contesté que para no dejarla embarazada. Sin decir nada al principio, se dió vuelta en la cama, quedando boca abajo y me contestó….» quedamos que lo hacíamos por atrás, no cambiemos las cosas».

Me sentí el tipo más estúpido del mundo en ese momento. Liz había aceptado entregarme ese culo de diosa que me volvía loco y yo ni siqiera iba a intentarlo? Estaba tan nervioso, tenía tanta ansiedad, que no me podía contener.

Me acosté encima de ella y mientras la acariciaba y le besaba la nuca, el cuello y le amasaba las tetas (ella boca abajo), mi pija se fue acomodando entre sus nalgas. Liz jadeaba y gemía, pero se la notaba un tanto tensa. En un momento determinado, por los movimientos de los cuerpos, mi pija quedó justo sobre su agujerito, ese culito que me había provocado tantas pajas. No tuve mejor idea que empujar un poquito, apenas como para que entrara la mitad de mi gorda cabezota.

Liz pegó un gritito suave y se revolvió en la cama, quitándome de encima. Me dí cuenta que estaba lagrimeando, aunque, después lo supe, más del susto y los nervios que por dolor.

Me dije a mí mismo que había hecho dos estupideces consecutivas y que, de seguir así, terminaría aruinando esa bella y ansiada oportunidad de cogerme a mi prima….y por el culo!!!!!!

Me calmé, puse música, que hasta ese entonces ni lo había hecho, bajé las luces y me tendí al lado de Liz, quien, toda desnuda, seguía boca abajo, con ese culo soñado apuntando al techo, un tanto nerviosa.

Recién allí tomé verdadera conciencia de la belleza de mi prima, al observarla totalmente desnuda, tendida en la cama y poder detenerme en cada rincón de su cuerpo perfecto.

Sus curvas marcadas, sin perder delicadeza, parecían más exquisitas por la palidez de su piel; ella me observaba con una sonrisa, espiando de reojo, mirando cómo me regodeaba al recorrer con mi mirada primero y mis manos después, cada centímetro de su cuerpo. La cintura se quebraba hacia arriba, dando comienzo a ese culo que me había quitado el sueño tantos años y que hoy se me entregaba mansamente.

Comencé a besarla nuevamente, sin que abandonara la posición de boca abajo; haciendo que girara su cabeza hacia el costado y atrás, mientras yo me montaba encima de ella nuevamente.

Besé su cuello, su nuca, con una mano acariciaba sus tetas, mientras con la otra masajeaba sus nalgas. Había decidido poner en práctica todo lo que supiera, para hacer de ese mometo algo inolvidable.

Fui bajando por su espalda, besando sus curvas, hasta que llegué a sus nalgas. Al principio, cerró un poco las nalgas, pero luego se relajó, las abrió e incluso abrió un poco las piernas. Posé mi cara en ellas y comencé a besar ese culo soñado, perfecto, túrgido. Bajé por las nalgas hasta el orificio anal y comencé a besarlo. Levemente al principio y con la punta de la lengua después, llenándolo con toda la saliva que pudiera. Noté el calor que tenía mi prima en ese orificio, algo que hasta hoy me sigue llamando la atención.

Liz había comenzado a gemir y a levantar, poco a poco, su culo, para favorecer mi trabajo.

Luego de un buen rato de lengua y mucha saliva, comencé a meter un dedito, muy despacio, muy lentamente y procurando, por ningún motivo, hacerle doler. Su esfínter se apretaba a mi dedo, como un guante de látex, me aprisionaba y sentía cómo latía, a la vez que notaba un calor en ese lugar, fuera de lo común. Con la otra mano, le acariciaba el clítoris y ya no tenía ninguna prohibición para hacerlo, todo sería en su culo, excepto esas caricias.

Cuando Liz comenzó a gemir y a parar más el culo, con signos evidentes de gran excitación, me hunté dos dedos con muchísima vaselina, para lo cual ya tenía el pote a mi lado y abierto.

Lentamente le pasé vaselina por todo su anillo, por afuera al principio y ,con un dedo después, por adentro. Esta vez mi dedo se deslizó suave y profundamente, mientras Liz lanzaba un gemido increíble. Así estuve otro buen rato, mi dedo ya casi bailaba en su culo, así que, muy lentamente, comencé a trabajar su esfínter con el segundo dedo, mientras no abandonaba su clítoris con la otra mano.

Coloqué más vaselina (tenía mi prima todo el culo brillante, todo aceitoso, un espectáculo lúbrico, especial) y metí lentamente dos dedos, los que fueron aceptados prontamente. Mientras tanto, me pasaba vaselina en la pija, dejándola toda resbalosa, lista para entrar.

En un momento pensé en meterle un tercer dedo, pero temí hacerle doler con los nudillos y arruinar todo el paciente trabajo que venía haciendo. La dilatación final, debería hacerla con la pija, con mucha suavidad, para no arruinar todo a esa altura de las circunstancias.

Lentamente me monté encima de Liz y le acomodé la pija entre las nalgas. Ella automáticamente se contrajo y cerró las piernas. Le pedí con toda dulzura que las abriera y levantara el culo; así lo hizo y quedó mi pija justo en la puerta de su precioso culito, que ya se mostaraba como un agujero enrojecido y algo abierto, luego de casi media hora de dedos.

Sin dejar de acariciarle el clítoris con mi mano derecha, lenta y suavemente fui apretando el glande contra cu culo. En un momento, se abrió paso, entró toda la cabeza y ella gimió. Me quedé inmóvil, casi conteniendo la respiración. Tenía que ser delicado, tenía la pija como de madera, las venas hinchadas, los testículos me dolían de la calentura y la peor parte no había comenzado. Mi pija tiene el mayor grosor justo en la parte media, así que debía seguir lentamente para continuar con la dilatación.

Poco a poco su esfínter se fue relajando y comencé un lento mete-saca apenas con la cabeza y un poquito más. Liz gemía, jadeaba y cada vez empinaba más el culo, señal de que le estaba gustando.

Estuve varos minutos jugando»con la puntita» hasta que mi prima pareció enloquecerse. Levantó violentamente el culo y se empaló hasta justo la mitad de mi pija. Comezó a dar gritos desesperada y yo me quedé inmóvil. Le pregunté si gritaba de dolor y me dijo, que no, que gritaba de placer, que siguiera así, lentamente ahora y que no le quitara la mano del clítoris.

Poco a poco fui empujando, retrocediendo cada tanto, hasta que en un momento dado sentí que el culo de Liz se relajaba totalmente y me tragaba hasta el tronco, mientras ella ya no gemía, sino que gritaba como una loca. No podía creerlo, había metido toda mi pija en ese culo de Diosa de mi prima, lo que había soñado tantos años. Ahora mis pelotas golpeaban contra su concha y ella se revolvía y se retorcía de placer, haciendo la penetración más profunda.

Comencé a cogerla como si fuera un experto. Sacaba casi toda la pija de su culo, miraba para abajo para no perderme semejante espectáculo, y se la metía nuevamente hasta el tronco, con movimientos lentos pero muy profundos, obteniendo de ella gritos cada vez más fuertes. Era obvio que esa guacha estaba gozando como una perra y disfrutaba que su primo le rompiera el culo como un animal salvaje. Me deleitaba doblemente ya que estaba cogiendo ese culo que tanto deseé durante años y por otra parte, mezcla de amor, deseos reprimidos y un poco de perversión, le estaba rompiendo el culo a esa diosa que había jugado conmigo y se había regocijado de verme loco de calentura.

Afortunadamente siempre fui lento para eyacular, y eso me ayudó a poder esperar a que ella alcanzara su orgasmo. Liz comezó a gritar, jadear, gemir y luego gritar de nuevo, más fuerte, sentía en mi mano derecha, la que le acariciaba el clítoris, que estaba toda mojada y le mordía la nuca, mientras le preguntaba si le gustaba, obteniendo jadeos y más gritos por respuesta.

En un momento determinado, mi prima lanzó un largo, profundo grito, que terminó ahogando en la almohada, mientras arqueaba su cuerpo para tragarse hasta al último centímetro de esta larga y gruesa pija. Luego apretó fuertemente las nalgas, aprisionándome allí y sin permitirme moverme, mientras todo su cuerpo comenzó a convulsionarse en violentos espasmos. Su cara hundida en la almohada y sus gritos ahogados, me daban la pauta que estaba teniendo un orgasmo violentísimo.

No pude aguantarme más y me descargué en una acabada donde creí que se me iba la vida. Los chorros de semen me salían sin parar y todo un escalofrío me corrió por el cuerpo. Me clavé contra ella lo más profundo que pude y me quedé allí, aprisionado entre sus nalgas, sintiendo sus contracciones en el esfínter, hasta quedar ambos inmóviles, jadeando, transpirados, extasiados. Liz comenzó a sollozar suavemente; con el tiempo aprendería que esa era su forma de expresar sus más fuertes orgasmos.

Esa hermosa, bella y al principio difícil iniciación anal a mi prima me marcó para toda la vida. Luego de esa vez, fuimos amantes»anales» durante años. Hicimos de todo lo que se pueda uno imaginar en una cama, menos sexo vaginal. Yo, que ya era un adicto, fanático anal declarado, jamás le insistí con otra cosa y tuve probablemente, la relación más profunda e inolvidable de toda mi vida.

Las vueltas del destino me llevaron lejos de ella, luego Liz se casó, según me confesara, con el himen sano y, también ha sido su confesión, jamás ha vuelto a tener los orgasmos que tuviera conmigo y cada noche me sueña, como yo a ella.

Espero les guste… no es mio solo me gusto y lo queria compartit
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