Lo mejor de sexo Diario sexual de un tipo cualquiera (4ta parte) (SEX)

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Lo mejor de sexo
Diario sexual de un tipo cualquiera (4ta parte)

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?En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación». Octavio Paz

Yanina atendió el celular. Hablamos como 1 hora. Quedamos para vernos esa misma noche, en un Bar del que yo era habitué. No sabía si era el mejor lugar para vernos, era un bar con pooles, nada muy sofisticado, mucho menos fashion. Cuando llegó yo estaba acodado a la barra, tomando fernet con un par de amigos. Su entrada no pasó desapercibida. Yanina en ese Bar!? Qué pasó!? Jamás lo había pisado, creo que ni pasado por la puerta siquiera, ni ella ni su grupito de amigas. Todo el Bar se dio vuelta a mirarla, sin molestarse en disimularlo. A Yanina no le importaba. A Yanina le gustaba. Vivía para ser mirada, para gustar, para calentar a hombres y mujeres por igual.

Esa noche vestía unos jeans celestes que le resaltaban el orto de una manera criminal, tacos negros que la hacían todavía más alta, llegando al metro ochenta, y le paraban todavía más el culo, y una musculosa negra con un escote que te quitaba el oxígeno del cerebro por unos segundos, con unas tetas capaces de causarte una hemiplejia sino tenías la suficiente fuerza de voluntad para desviar la vista a tiempo. Morocha, pelo lacio hasta la altura de los hombros, ojos rasgados color café. Y una boca increíble, ultra sensual. Labios carnosos, pintados de rojo intenso, y unos dientes blancos perfectos, que completaban una sonrisa hipnotizante, maravillosa.

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Cuando se acercó a la barra, saludó al grupo con un»Hola» y a mí me dio un beso en la mejilla, me sentí como Diego en el 86 levantando la Copa del Mundo. Era MI momento histórico! Mis amigos la saludaron e inmediatamente nos dejaron solos. Yanina se sentó en una de las banquetas recién desocupadas. Le pregunté qué tomaba. Pidió una Corona. Estaba de moda, obvio. No puedo decir cuánto tiempo hablamos. Tampoco recuerdo bien de qué. Lo que recuerdo bien es cada gesto, cada sonrisa, cada movimiento suyo. Tenía una hermosura impactante. En un momento la encaré.

-Por qué no me diste un beso anoche?

-No podía.

-No podías o no querías!? Es muy diferente!

-No podía. Estaba mi ex en la otra punta de la barra. Todavía quiere estar conmigo él. No quería quedar como una forra.

Buenísimo. Todavía no la había besado y ya tenía algo más por qué preocuparme, el ex que revoloteaba como un buitre. Seguro que con más facha, más lomo, y más guita que yo. Y seguro que con la verga más grande también y más cogedor (los hombres somos así de inseguros jaja).

Estuve rápido de reflejos creo, porque tiré para provocarla:

-Hoy no está tu ex, qué otra escusa podés inventar?!

-Hoy no tengo escusa.

Dijo eso con una voz y mirándome a los ojos de una manera que invitaba a la locura. Tomé coraje como si estuviera a punto de enfrentar a un león hambriento con un tenedor de plástico y la besé ahí, en la barra, delante de mis amigos. Fue un beso increíble, inolvidable. Fue ella quien ofreció»irnos a otro lugar más cómodo». Salimos del Bar, ella tenía el auto en la esquina. Nos besamos en los asientos de adelante un buen rato. Unos besos con mucha pasión, con mucho deseo. Yo le sostenía con una mano la nuca, acariciando sus pelos, y con la otra mano acariciaba su cara, su cuello. Ella recorría mis brazos con sus manos, y mi espalda. Me preguntó si quería ir a su casa. Vivía sola. La respuesta es obvia no?!

Llegamos en 5 minutos, vivía cerca. Entramos en su habitación besándonos y sacándonos la ropa de manera desordenada, animal. Ella tenía la iniciativa, y yo respondía. Me sacó la remera. Le saqué la musculosa. Me besaba los labios, me los mordía, me pasaba su lengua por el cuello. Le saqué el corpiño negro. Sus majestuosas tetas quedaron ante mis ojos en su plenitud. Una tetas completamente perfectas, de película yanqui. Unos pezones hermosos, no muy grandes pero parados, increíbles.

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Me empujó contra la cama y caí de espaldas. Ella se sentó sobre mí. Inmediatamente comencé a besarle las tetas, a chuparle los pezones. Mi lengua jugaba en círculos, disfrutando cada centímetro de su anatomía. Ella me agarró con las dos manos del pelo y me tiró con fuerza para atrás. En el mismo movimiento desabrochó mi pantalón y me lo bajó hasta las rodillas. Se sentó sobre mi slip y mientras me besaba desenfrenadamente refregaba su entrepierna contra mi pija, a esas alturas durísima. La agarré de la cintura y la tiré de espaldas sobre la cama, con cierta dosis de violencia. Le saqué los zapatos y el jeans. Tenía una tanga negra diminuta. Se la corrí y empecé a chuparle la concha. Mi lengua recorría su vulva, arriba y abajo. Ella arqueaba la espalda y emitía gemidos suaves. Mi lengua buscó su clítoris. Sus movimientos se volvieron más espasmódicos. Jugué en círculos, rozando su clítoris primero, para atacarlo de pleno después. Sus gemidos ya no eran tan suaves.

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Le saqué la tanguita, dispuesto a seguir comiéndola toda, pero ella volvió a tomar el control. Me sacó el pantalón y el slip sin hablar. A esa altura cualquier palabra hubiese estado de más. Me agarró la pija con una mano y los huevos con la otra. Su lengua jugaba en la cabeza de mi verga mientras me pajeaba, mientras me apretaba suavemente los huevos, que de vez en cuando también se metía en la boca. No iba a aguantar mucho en esa situación, así que después de unos breves minutos me incorporé para ponerme un forro. Yanina me dijo que la dejara a ella. Me puso el forro con su boca. Y me montó. Yo acostado abajo, ella arriba, con el control absoluto. Me cogía como si no fuera la primera vez. No sé, había mucha piel. Nos mirábamos a los ojos todo el tiempo. Fue así, mirándome a los ojos, que tuvo su primer orgasmo. Cerró los ojos al tiempo que su cuerpo se estremecía en un temblor. Me la saqué de encima nuevamente y la acomodé de frente al respaldo de la cama y la penetré desde atrás. Hubiese querido cogerla así en cuatro toda la vida, pero el combo irresistible que formaron su cuerpo perfecto, su culo de novela, su espalda blanca y suave, la cara de puta que ponía y lo grititos que daba, hicieron que mi calentura explote en un tiempo no del todo decoroso.

Diario sexual de un tipo cualquiera (4ta parte)

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Prendí un cigarrillo para ella y uno para mí, y lo fumamos acostados, su cabeza sobre mi pecho, sin decirnos ni una palabra. No pude evitar pensar que algo tan intenso no estaba destinado a terminar bien. El tiempo me daría la razón.

Si no lo leiste, de aca viene esta historia:

http://travoz.co/sex/relatos/2607803/Diario-sexual-de-un-tipo-cualquiera-3ra-parte/

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